sábado, 31 de marzo de 2012

CARTA DE TAIZÉ

Carta de Taizé (carta 2012)

HACIA UNA NUEVA SOLIDARIDAD

  "Un impulso hacia una nueva solidaridad  posible... Por su cruz y su resurreción Cristo ha instaurado una nueva solidaridad entre todos los humanos"
Para que una nueva solidaridad entre los humanos se abra paso a todos los niveles, en las familias, las comunidades, las ciudades y los pueblos, entre países y continentes, son necesarias decisiones valientes.1
Conscientes de los peligros y de los sufrimientos que pesan sobre la humanidad y sobre el planeta, quisiéramos no dejarnos sumir en el miedo y la resignación.2
Sin embargo, la bella esperanza humana está amenazada sin cesar por el desencanto. Las dificultades económicas cada vez más pesadas, la complejidad a veces abrumadora de las sociedades, la impotencia frente a las catástrofes naturales, tienden a sofocar los impulsos de la esperanza.3
Para crear nuevas solidaridades, ¿no ha llegado el momento de ahondar aún más en las fuentes de la confianza?
Ningún ser humano, ninguna sociedad puede vivir sin confianza.

Las heridas de una confianza traicionada dejan marcas profundas.

La confianza no es una ingenuidad ciega, no es una palabra fácil, proviene de una elección, fruto de un combate interior. Cada día se nos llama a rehacer el camino que va de la inquietud a la confianza.
CONFIANZA ENTRE LOS HUMANOS
Abrir caminos de confianza responde a una urgencia: pese a que las comunicaciones son cada vez más fáciles, nuestras sociedades humanas permanecen compartimentadas y fragmentadas.
Existen muros no sólo entre pueblos y continentes, sino también muy cerca de nosotros, e incluso dentro del corazón humano. Pensemos en los prejuicios entre los diferentes pueblos. Pensemos en los inmigrantes tan próximos y sin embargo tan lejanos. Entre las religiones subsiste una ignorancia recíproca, y los cristianos mismos estamos separados en múltiples confesiones.

La paz mundial comienza en los corazones.
Para iniciar una solidaridad, vayamos hacia el otro, aunque sea con las manos vacías, escuchemos, intentemos comprender al que no piensa como nosotros… y entonces, una situación bloqueada puede transformarse.
Busquemos estar atentos a los más débiles, a los que no encuentran trabajo… Nuestra atención a los más pobres puede expresarse como compromiso social. Ella es, en lo más profundo, una actitud de apertura hacia todos: los que están más cerca de nosotros son también, en cierto sentido, los pobres que nos necesitan.4
Frente a la pobreza o las injusticias, algunos ceden a la rebelión, o incluso son tentados por la violencia ciega. La violencia no puede ser un medio para cambiar las sociedades,5 pero estemos a la escucha de los jóvenes que expresan su indignación, para comprender sus razones esenciales.6
El impulso hacia una nueva solidaridad se nutre de algunas convicciones bien enraizadas: la necesidad de compartir es una de ellas. Es un imperativo que puede unir a creyentes de diferentes religiones, y también a creyentes y no creyentes.7
CONFIANZA EN DIOS
La solidaridad entre los humanos podría encontrar un sólido fundamento en una referencia a Dios, pero ocurre que la confianza en Dios a menudo se cuestiona.

Muchos creyentes viven esta difícil experiencia en su lugar de trabajo o de estudio, y a veces en su familia.
Muchos son los que no pueden creer en un Dios que les ama personalmente. Numerosos también los que, con gran honestidad, se hacen esta pregunta: ¿cómo saber si tengo fe?

La fe se presenta hoy como un riesgo, el riesgo de la confianza. La fe no es en primer lugar la adhesión a unas verdades, sino una relación con Dios.8 Ella nos llama a girarnos hacia la luz de Dios.
Lejos de volvernos serviles o de sofocar el desarrollo personal9, la fe en Dios nos hace libres: libres del miedo, libres para una vida al servicio de aquellos a los que Dios nos confía.10
Cuando más crece la confianza en Dios, más se ensancha el corazón para abarcar todo lo que es humano; en cualquier lugar del mundo, en todas las culturas. Se hace acogedor también hacia las ciencias y las tecnologías que permiten aligerar los sufrimientos y desarrollar las sociedades.

Dios, como el sol, es demasiado deslumbrante para que lo podamos mirar. Pero Jesús transparenta la luz de Dios. Toda la Biblia nos conduce hacia esta confianza: el Dios absolutamente trascendente entra en nuestra realidad humana y viene a hablarnos en un lenguaje accesible.

¿Cuál es la especificidad de la fe cristiana? La persona de Jesús, y una relación viva con él. Nunca terminaremos de comprenderlo.

EL CRISTO DE COMUNIÓN

Todos somos peregrinos, buscadores de la verdad. Creer en Cristo no significa poseer la verdad, sino dejarse asir por él, que es la verdad, tome posesión de nosotros, y caminar hacia su plena revelación.
 
Lo que es y siempre será la gran novedad que sorprende, es que Jesús ha comunicado la luz de Dios a través de una vida muy sencilla. La vida divina lo hacía aún más humano.11
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Sobre la cruz, ha rechazado el fatalismo y la pasividad. Ha amado hasta el extremo y, a pesar del carácter absurdo e incomprensible del sufrimiento, ha continuado confiando en que Dios es más grande que el mal y que la muerte no tendrá la última palabra. Paradójicamente su sufrimiento sobre la cruz se ha convertido en el signo de un amor infinito.13  

Y Dios lo ha resucitado. Cristo no pertenece sólo al pasado, está ahí para nosotros en cada hoy. Nos comunica el Espíritu Santo que nos hace vivir de la vida de Dios.  

El centro de nuestra fe es el Resucitado, presente en medio de nosotros, que tiene una conexión personal de amor con cada uno. Mirar hacia él despierta un asombro y una comprensión más profunda de nuestra existencia.

Cuando, en la oración, miramos hacia su luz, esta empieza a brillar poco a poco en nuestro interior. El misterio de Cristo se convierte en el misterio de nuestra vida. Puede que nuestras contradicciones interiores, nuestros miedos, no se disuelvan. Pero, por el Espíritu Santo, Cristo penetra en lo que nos inquieta de nosotros mismos, hasta el punto de iluminar las oscuridades.14
La oración nos conduce hacia Dios y hacia el mundo al mismo tiempo.

Como María Magdalena que, en la mañana de Pascua, vio a Cristo vivo, somos llamados a compartir esta buena noticia con los demás.15

La vocación de la Iglesia es reunir en la paz de Cristo a mujeres, hombres y niños de todas las lenguas, de todos los pueblos, a través del mundo. Ella es el signo de que el Evangelio es verdad; ella es el Cuerpo de Cristo, animada por el Espíritu Santo. Ella hace presente al «Cristo de comunión».16

«Cuando incansablemente la Iglesia escucha17, cura y reconcilia, se convierte en lo que ella es en lo más luminoso de sí misma: una comunión de amor, de compasión, de consolación, limpio reflejo del Cristo resucitado. Nunca distante, nunca a la defensiva, libre de severidades, ella puede irradiar la humilde confianza de la fe hasta en el interior de nuestros corazones humanos.»18  
BUSCAR SER «SAL DE LA TIERRA»
El Cristo de comunión no ha venido para constituir a los cristianos en una sociedad aislada y puesta aparte, les envía a servir a la humanidad como fermento de confianza y paz.19 Una comunión visible entre cristianos no es un objetivo en sí, sino un signo en medio de la humanidad: «Vosotros sois la sal de la tierra».20
Por su cruz y su resurrección Cristo ha instaurado una nueva solidaridad entre todos los humanos. En él la fragmentación de la humanidad entre grupos opuestos ha sido ya superada; en él todos constituyen una sola familia.21 La reconciliación con Dios implica la reconciliación entre los hombres.22
Pero si la sal pierde su sabor… Debemos reconocer que nosotros los cristianos a menudo oscurecemos este mensaje de Cristo. En particular, ¿cómo podemos irradiar paz si permanecemos divididos entre nosotros?
Estamos en un momento de la historia en el que necesitamos revitalizar este mensaje de amor y paz. ¿Haremos todo lo posible para que sea liberado de malentendidos y resplandezca en su simplicidad primera?
¿Podremos, sin imponer nada, caminar con los que no comparten nuestra fe pero que buscan de todo corazón la verdad?23
En nuestra búsqueda para crear nuevas solidaridades y para abrir caminos de confianza, hay y habrá pruebas. Por momentos, parecerá que pueden con nosotros. ¿Qué hacer entonces? Nuestra respuesta a las pruebas, las personales y las que sufren otros, ¿no es amar siempre más?
                                      Fr. Alois

NOTAS

1 Si la solidaridad humana es siempre necesaria, hace falta siempre renovarla, rejuvenecerla a través de nuestras expresiones. Hoy, como puede que nunca antes en la historia, es vital que las jóvenes generaciones se preparen a un compartir más equitativo de los recursos de la tierra, una más justa distribución de las riquezas, entre los continentes y al interior de cada país.
2 Un impulso hacia una nueva solidaridad es posible. Se nutre de la convicción de que la historia del mundo no está determinada de antemano. Recordemos algunos ejemplos notables: después de la segunda guerra mundial, un puñado de responsables políticos creyeron, contra toda esperanza, en la reconciliación y comenzaron valientemente a construir una Europa solidaria; una revolución pacífica modificó profundamente la situación en Filipinas en 1986; el gran movimiento popular polaco Solidarność preparó sin violencia una vía de libertad para muchos países europeos; la caída del muro de Berlín en 1989 era inimaginable unos pocos años antes de que aconteciera; en la misma época algunos países latinoamericanos tomaron el camino de la democracia y comenzaron un desarrollo económico sin precedentes, del que se espera que los más pobres puedan beneficiarse sin tardar; el fin del apartheid en África del Sur y la mano tendida de Nelson Mandela han conducido a una reconciliación inesperada; más recientemente hemos visto el fin de la violencia en Irlanda del Norte y en el País Vasco.
3 Las conmociones de la economía mundial nos cuestionan. Los equilibrios geopolíticos cambian. Las desigualdades crecen. Las seguridades de ayer muestran no sostenerse hoy. ¿Puede esto ser una razón para interrogarnos más acerca de las opciones que tomamos para nuestra vida?
4 La pobreza no concierne sólo a la existencia material. Puede ser privación de amistad, falta de sentido de la vida, ausencia de acceso a riquezas tales como la poesía, la música, el arte, todo lo que abre a la belleza de la creación.
5 En 1989 en Alemania del Este, en vísperas de la caída del muro de Berlín, los organizadores de manifestaciones en las calles pidieron a cada uno que llevara una vela encendida: una mano portaba la vela, otra la protegía del viento, y no quedaban manos libres para un gesto de violencia.
6 Jóvenes españoles comprometidos en Madrid con el movimiento de los «indignados» me escribieron: «No sabemos qué puede pasar si la situación no mejora. Hay mucha gente en paro, que pierden su vivienda y sus derechos fundamentales, mucha confusión y cólera a causa de un sistema legal, económico y social injusto, una falsa democracia que no garantiza los derechos, inscritos en nuestra constitución, a una vivienda digna, a la integridad física y psíquica… Nos habéis preguntado qué puede hacer Taizé por nosotros. Nuestra respuesta: podéis hacer lo que ya hacéis, mostrarnos cómo mantener la paz interior. De vosotros, esperamos vuestra oración y todo el afecto que nos habéis mostrado. Podéis también facilitar información a los jóvenes que comparten las mismas inquietudes que nosotros.»
7 Comprender por ejemplo que los países occidentales no son tanto llamados a la generosidad humanitaria hacia el continente africano sino más bien confrontados con la obligación de hacer justicia a ese continente. Lo mismo sucede con países como Haití. Este pueblo, tan lleno de dignidad y tan auténticamente creyente, es uno de los más maltratados y humillados de la historia.
8 En muchas ocasiones, el papa Benedicto XVI ha subrayado que una relación personal con Dios es el fundamento de la fe, por ejemplo cuando ha escrito: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.» (Benedicto XVI, Deus caritas est, Introducción, n°1)
9 Nuestra fe necesita ser constantemente purificada de proyecciones, de miedos, a veces a través de un combate interior en el que luchan duda y confianza. La inteligencia participa en este combate y no se satisface con simples repeticiones. Así,  hoy, muchos jóvenes no se contentan con referirse a las tradiciones de la Iglesia; para motivar la confianza de la fe, una adhesión y una convicción personal son para ellos indispensables.
10 Comentando las palabras del apóstol Pablo «siendo como soy plenamente libre, me he hecho esclavo de todos » (1 Corintios 9,19), Martín Lutero escribió: «El cristiano es un hombre libre, señor de todas las cosas; no está sometido a nadie. El cristiano es un servidor lleno de obediencia, se somete a todos.» (Lutero, De la libertad del cristiano).
11 No era un gran asceta. Hacía milagros, sobre todo curaciones, pero en el momento decisivo en el que pudo haber probado que era el enviado de Dios, sobre la cruz, hubo silencio de Dios, silencio que aceptó compartir con todos los que sufren. A los discípulos les costó comprender que Jesús era un mesías pobre. Esperaban quizás que cambiara las condiciones sociales o políticas del momento, no se daban cuenta de que había venido en primer lugar para arrancar el mal desde su raíz.
12 «Insultado, Cristo no devolvía los insultos, sufría sin amenazar, confiando en Dios, que juzga con justicia.» (1 Pedro 2,23)
13 Frente al sufrimiento incomprensible de los inocentes, a menudo permanecemos desconcertados. Y la pregunta, el grito que atraviesa la historia humana toca nuestro corazón: ¿Dónde está Dios? No tenemos una respuesta preparada, pero podemos confiarnos a Cristo que venció la muerte y nos acompaña en el sufrimiento.
14 Contemplación de la luz de Dios, la oración es también escucha. Por las Escrituras comprendemos que Dios es el que nos habla y a veces nos pregunta. Y Cristo es a veces para nosotros el pobre que espera ser amado y nos dice: «Estoy a la puerta y llamo.»  (Apocalipsis 3,20)
15 Ver Juan 20,11-18.
16 El «Cristo de comunión» es una expresión de hermano Roger. A su vez, el teólogo berlinés Dietrich Bonhoeffer forjó muy joven, a los 21 años, la expresión «Cristo que existe en tanto que comunidad ». Escribió que «por Cristo la humanidad es realmente reintegrada en la comunión en Dios.» (Bonhoeffer, Sanctorum communio)
17 Por todas partes dentro de la Iglesia, un ministerio de escucha podría ser vivido por hombres y mujeres que se comprometiesen a ella. Hay laicos capaces de ejercer esta escucha, complementaria al ministerio ordenado.
18 Hermano Roger, En todo la paz del corazón.
19 Si este servicio implica ir a contracorriente de todo lo que deshumaniza nuestras sociedades, se vive sobre todo y siempre dentro de un diálogo respetuoso y constructivo con las diversas culturas del mundo y de cada época. «La levadura no muestra su fuerza sino cuando se la acerca a la masa, y no basta acercarla, sino que hay que mezclarla hasta que no se distinga de la masa.» (San Juan Crisóstomo, Homilía 46 sobre Mateo)
20 Mateo 5,13.
21 Cristo dice: «Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. » (Juan 12,32) Y el apóstol Pablo: «no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer.» (Gálatas 3,28)
22 Ver Efesios 2,14-18. Cristo ha destruido el muro de separación entre el pueblo de Dios y los otros, todos tienen acceso a Dios. La solidaridad no puede limitarse a una familia o a un pueblo, sobrepasa todos los particularismos.
23 Por ejemplo al compartir sobre preguntas como: ¿Cuál es el sentido de mi existencia? ¿Qué da orientación a mi vida? ¿Qué fin unifica mi existencia?

En 2015: Encuentro para  una nueva solidaridad
Durante tres años y medio, nuestra «peregrinación de confianza sobre la tierra» va a buscar cómo poner en práctica las llamadas de esta carta a una nueva solidaridad.
Una nueva solidaridad que puede asociar a todos los que son peregrinos de paz, peregrinos de la verdad, creyentes y no creyentes.
Tres años y medio para permitir a los jóvenes de todos los continentes movilizar sus energías, reunir sus esperas, sus intuiciones y sus experiencias.
2012: Abrir caminos de confianza entre los humanos
2013: Ahondar en las fuentes de la confianza en Dios
2014: Buscar la comunión visible de todos los que aman a  Cristo
2015: Convertirse en «sal de la tierra».
Y, para recoger esta búsqueda y tomar impulso, en agosto 2015:
En Taizé, encuentro para una nueva solidaridad

75 aniversario de la comunidad  de Taizé
Centenario del nacimiento de hermano Roger.
Para que el mayor número posible de jóvenes sean escuchados, este encuentro será preparado por encuentros en cada continente.


«Marchando en el desierto», pintura del hermano Sylvain de Taizé

En el inicio de la Carta de Taizé 2012, en PDF, la nota que sigue:

Por primera vez, uno de nuestros encuentros europeos tiene lugar en Berlín. Berlín: ciudad marcada por una enorme diversidad; ciudad enteramente orientada hacia el futuro pero que busca integrar la memoria de un doloroso pasado; ciudad cuya población ha demostrado que no se deja desanimar por las situaciones difíciles.

Aun siendo una minoría, los cristianos buscan vivir el Evangelio. Desde distintas pertenencias confesionales, su testimonio común y su compromiso ecuménico no son una opción sino una necesidad vital. Numerosas parroquias son lugares de solidaridades humanas donde los pobres encuentran acogida.

La primera visita de un hermano de Taizé a Berlín se remonta a 1955.

Desde que, en 1961, se construyó el muro, partiendo la ciudad en dos, los hermanos multiplicaron sus visitas a Berlín-Este. Numerosos grupos de oración se formaron allí en los años ochenta. El Hermano Roger la visitó en 1986 como etapa de la «peregrinación de confianza». Tuvo que pedir a las autoridades comunistas permiso para celebrar una oración, que tuvo lugar simultáneamente en dos grandes iglesias, católica y protestante, reuniendo a seis mil jóvenes de Alemania del Este. El permiso había sido concedido a condición de que no hubiera participantes del Oeste. Esa época ha pasado y Berlín es hoy un símbolo para todos los que, en todo el mundo, intentan franquear los muros de separación y extender la confianza.



Oración del Hermano Alois (14-08-2010)  

Dios de amor, te damos gracias por la vida entregada de nuestro hermano Roger que nos ha dejado hace ya 5 años y que hace 70 años llegó solo a este pueblecito de Taizé.
Buscaba vivir ardientemente de tu confianza y decir tu bondad infinita por cada ser humano, creyente o no: tú, el Dios vivo que no condena y que no excluye a nadie de su amor.

En esa confianza tú les concediste el encontrar la fuente de la alegría y de la paz: la paz del corazón que fue lo que hizo de él un creador de paz entre los hombres. […]
Aunque pobre y vulnerable, usando sus propias expresiones, con todas sus fuerzas eligió amar. […]

Te damos gracias el poder recordarle con toda la Iglesia. Las palabras del papa Benedicto XVI van directo al corazón cuando escribe; “Que su testimonio de un ecumenismo de la santidad nos inspire en nuestro camino hacia la unidad”. Los patriarcas de Constantinopla y de Moscú, el arzobispo de Canterbury, los responsables luteranos y reformados, como tantos otros, se unen para decirte nuestro agradecimiento. […]

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